Hoy os traigo el último capítulo de la serie Retazos de una vida, si te falta por leer el primero, segundo, tercero, cuarto o quinto. No olvides hacerlo para estar al día.
Ronald no podía parar de pensar en lo que le había
contado su casero, esa mujer lo había perdido todo, y aun así continuaba con su
vida fuerte como un roca. Aquella misma noche, Ronald preparó una cena para dos
y tocó la puerta de su vecina cargado con dos platos llenos de arroz con
habichuelas.
En la puerta se esbozó
la misma figura esquelética arrugada que tenía por vecina, le analizo de arriba
abajo para poder reconocerle.
-Hola. ¿Se puede saber qué quieres a estas horas? -reprochó ella.
-Perdona
pero he preparado un plato de mi país y quería que lo probases.
Marga reflexionó sus palabras.
-Muchas
gracias, eres un sol. Pasa, pasa. Voy a preparar la mesa.
La señora se desvaneció
entre la oscuridad del pasillo, después vio iluminarse una luz al fondo y se
oyeron unos ruidos metálicos. El olor a rancio ya no estaba pero el salón
seguía patas arriba como la última vez que estuvo; apartó dos cajas de cartón
llenas de polvo para dejar los platos de comida sobre la mesa.
-Estaba limpiando, por eso está todo así. -escuchó a sus espaldas.
Marga iba cargada con
cubiertos, vasos y servilletas. Ronald le ayudó y preparó el espacio necesario
sobre la mesa. Ella inspeccionó la comida con una cara de sorpresa y asco justo
antes de empezar a cenar.
-Esto está mejor de lo que parece. -dijo Marga después del primer bocado-. ¿Cómo has dicho que se llama?
-Es arroz con habichuelas, mi mamá me lo hacía mucho
allá en Cuba.
-Pues parece un guiso como los que yo hago. A mi hijo
le gustaría…
-Es un alimento muy sano. -dijo intentando cambiar el tema de la conversación.
-¿Sabes? mi hijo es de tu edad, cuando venga te lo
presentaré.
-Vaya sí…, eso estaría bien. -dijo al verse en un callejón sin salida.
-Se parece mucho a ti.
-Qué
casualidad… -De
aquí ya no salgo, pensó Ronald.
Aquella conversación
provocó que una gota de sudor frío recorriese la frente de Ronald mientras se
cuestionaba si había sido una buena idea ir a cenar.
-Roberto, ¿te saco ya los postres? -dijo Marga.
-Emm, -Dudó sobre lo que estaba pasando-. Señora, yo me llamo Ronald.
-No
digas tonterías, Roberto. Esta tarde he preparado unos flanes de esos que tanto
te gustan, voy a por ellos. -Marga
se levantó dejando el plato prácticamente intacto.
Al cabo de unos minutos Marga volvió con dos
flanes envueltos en papel. Los dejó encima de la mesa a la vez que Ronald
continuaba con su cena hasta que un extraño aroma agrio inundó la habitación.
Dejó la cuchara a un lado y al buscar el vaso vio algo en el flan.
Lo agarró y la
superficie del flan tembló con el movimiento. Entonces el desagradable olor fue
mayor.
-Venga
Roberto, no lo mires tanto y pruébalo. -dijo mientras introducía una cuchara en el
recipiente.
En ese preciso instante
Ronald pudo ver como de la grieta surgía vida, ni más ni menos que un tropel de
larvas comenzó a pelear contra la cuchara. Un líquido viscoso y blanquinolento
brotó de entre todo ese jolgorio aumentado el hedor. Ronald tuvo que dejarlo a
un lado para vomitar en el suelo de aquel salón desastrado.
-¡Ay!
Roberto, ¿qué te pasa? ¿Ya no te gusta...?
Sin responder a su
pregunta, Ronald salió disparado de la casa con un pañuelo de papel en la boca.
Entró en casa sin ver cuál era la reacción de su vecina y cerró con un portazo.
Lo primero que hizo fue lavarse completamente hasta hacer desaparecer el tufo
nauseabundo que arrastraba. Su apetito se había desvanecido y dudaba que algún
día regresase. Mientras terminaba de secarse con la toalla tomó la decisión de
ignorar a Marga; desde aquel día solo se dedicaría a su vida. Sin volver a
intentar ayudar a aquella anciana que paseaba por la delgada línea entre la
locura y senilidad.
Del baño se metió en la
cama; se resguardo entre las sábanas y rezó para olvidar aquella noche. Se
colocó en el lado izquierdo de la cama, cerró los ojos pero el recuerdo del
flan volvió a acosarle. Probó en el lado derecho sin tener mayor éxito; también
boca arriba pero olió la peste por algún rincón de la habitación que estuvo a
punto de provocarle más nauseas. Optó por tumbarse boca abajo y oler el aroma a
suavizante de la almohada hasta dormirse.
En mitad de la noche
Ronald abrió los ojos. Por el grado de oscuridad discernía que se trataba de la
madrugada. Todavía somnoliento quiso continuar con el sueño y se volteó a la
derecha topándose con algo. Con la mano izquierda palpó aquel extraño bulto.
-Roberto
cariño, ¿te encuentras mejor? -oyó.
Ronald no podía
creerlo; allí estaba Marga dentro de su cama en camisón. ¿Cómo había entrado a
su habitación? Ni lo sabía ni quería saberlo solo quería desaparecer de aquel
lugar y no volver a ver a esa condenada vieja. Saltó de la cama con ropa
interior y corrió hacía la puerta; estaba atrancada. Usó todas sus fuerzas para
abrirla pero fue inútil.
-¿Se puede saber qué quieres de mí? -gritó Ronald.
-Cariño no te pongas así, solo me preocupo por ti, no
quiero que te pase nada…
-¡Déjeme en paz!
-No
grites, aquí no te puede oír nadie…
Notó cierta lucidez en
sus palabras y entonces recordó que esa habitación estaba insonorizada.
-¡Abre la puerta! Me voy a marchar de aquí para
siempre.
-No, Roberto. -Su expresión afable cambió-. No pienso dejar que vuelvas a dejarme sola, a
partir de ahora estaremos tú y yo juntos como antes.
-¡Usted
está loca! ¿Me oyes? ¡Loca! -gritaba
a la vez que aporreaba la puerta.
Marga se recostó sobre
la cama, se calzó sus pantuflas y se acercó hasta Ronald colocándole la palma
de la mano en la espalda mientras le susurraba por detrás:
-Cariño,
ya eres mío.
Ronald se deshizo de su
agarre con un manotazo y corrió hacía el otro extremo del dormitorio. Se dio la
vuelta y vio a Marga de pie en la puerta con una extraña sonrisa. La única
opción que se le presentaba era un ataque directo y luego buscar la forma de
escapar. Cuando iba a lanzarse para reducir a la anciana sus piernas perdieron
las fuerzas tirándolo al suelo. El resto del cuerpo comenzó a flojear esfumando
toda la vitalidad que tenía.
-¿Qué…qué
me has hecho? -logró
articular.
Sin embargo, Marga no
respondió a su pregunta; la vista se fue nublando mientras observaba una negra
sombra encorvada acercarse desde la puerta.
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario