¿Lo estabais esperando? Pues aquí llega un nuevo capítulo de la serie Retazos de una vida. ¡Recuerda leer el primero, segundo, tercero y cuarto si todavía no lo has hecho!
Ronald despertó en la
cama empapado de sudor, sintió el propio aliento de Marga en su nuca como si realmente
estuviese allí; un escalofrío le recorrió toda la espalda. Miró el reloj, eran
las cinco de la madrugada, se dio la vuelta en la cama intentando y volvió a
conciliar el sueño.
A la mañana siguiente
la pesadilla ya era un recuerdo. Era sábado, tenía la mañana libre y aprovechó
para llenar la despensa que ya lo pedía a gritos. Rebuscó entre el armario de
los trastos una bolsa de la compra, sin embargo, encontró un carrito. Por unos
instantes pensó que parecía una de esas señoras mayores que pasean por los
mercados. Pero la comodidad era tal que no podía despreciarlo por nimiedades.
Paseando por los
pasillos del supermercado, comparando los precios más asequibles, se desprendió
algo del carro quedando en el suelo. Al recogerlo, observó que era una vieja
fotografía en la cual aparecía una señora junto a un niño. Cuando se fijó más
detenidamente distinguió a una Marga treinta años más joven, era mucho más oronda,
las arrugas casi invisibles, el pelo negro le daba una imagen más juvenil y su
postura erguida le hacía crecer una cabeza más.
Una vez el carro lleno,
decide visitar a Marga para encontrar una explicación al hallazgo. Dentro del
portal se oyen pasos descender, por la lentitud se trataba de Marga, subió unos
peldaños hasta toparse con ella.
-¡Buenos días, vecina! -saludo Ronald.
-¡Ahh! ¿Tú quién eres? -Marga se detiene analizándole con gesto asustado- ¡Qué susto me has dado! No te había reconocido con
ese carro.
-Vengo de la compra, ¿dónde va usted?
-Yo también iba a comprar, es posible que mi hijo
venga hoy a comer.
-Un
momento -dice
Ronald mientras saca la foto del bolsillo-, he encontrado esto por casa, ¿esa es usted?
Marga sujeta la fotografía
con una mano temblorosa y deformada por la artritis cuando se dibuja una
sonrisa en su cara.
-Sí esa soy yo, estoy con el hijo de Esteban. Ese
niño se pasaba los días en mi casa después de que mi marido falleciera. Era un
sol. -dice devolviéndole la
fotografía con ojos vidriosos.
-Te la puedes quedar, yo no la quiero para nada. -niega con la cabeza.
-Muchas
gracias, hijo. Me voy que me están esperando.
Marga continua su
camino ayudada por el bastón mientras Ronald medita quién debe estar esperándola
si iba a hacer la compra. Sin darle mayor importancia al asunto emprende su
camino a casa; desempaqueta y ordenar toda la comida. Dejando el carro en su
sitio suena el teléfono.
-¿Dígame?
-¡Hola, chaval! Soy Esteban, ¿Cómo vas con el piso?
-Bien.
-Me alegro, no sabes la suerte que tienes. ¡Ese piso
es una ganga! Perdona que te cortase el otro día pero tenía prisa. ¿Cómo está
Marga?
-Muy bien la acabo de encontrar por la escalera, iba
a comprar comida para su hijo.
-¿Su
hijo dices? Su hijo falleció junto con su marido hace muchos años ya. ¡Qué mala
es la vejez!
Ronald reflexiona las
palabras de su casero cuando le viene a la mente la fotografía.
-Marga me ha dicho que era muy amiga de su hijo.
-¡Oh sí! cuando se quedó sola dejábamos que Tomás, mi
hijo, pasara las tardes con ella haciéndole compañía, Marga estaba todos los
días entrando y saliendo de mi casa, era la tercera abuela de Tomás. Pero, un
día de pronto Tomás dejó de visitarla, ya sabes cómo son los niños hoy quieren
una cosa y mañana otra.
-Pobre señora.
-No te preocupes esa mujer está mejor que todos
nosotros, nos enterrará a todos ya lo verás. En fin, te dejo con tus cosas,
cualquier problema me llamas.
Continuará…
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