viernes, 19 de mayo de 2017

Relato: Retazos de una vida IV

 
Ya tenemos un nuevo capítulo de Retazos de una vida. Recuerda que este es el cuarto, si te has saltado alguno el primero, segundo o tercero. ¡No esperes más!
 
 
Ronald cerró el restaurante a altas horas de la noche. Nada más entrar por el portal de su edificio oyó unos gritos agónicos con su nombre, este subió rápidamente las escaleras y encontró a Marga gritando delante de su puerta.

            -¡Marga! -Ella se dio la vuelta y le sonrió-, ¿está todo bien?
            -¡Ay! Hijo que alegría verte, me he quedado encerrada fuera de casa y no puedo abrir la puerta.
            -Déjame las llaves, yo intentaré abrirte la puerta.
La anciana comenzó a rebuscar por los bolsillos de su batín morado, luego pasó a los buscar en los bolsillos de su pijama hasta que finalmente alzó la vista y dijo:
            -No sé dónde están, las he perdido. -su mirada cayó mientras su mandíbula temblaba al hablar.
Eso era imposible, habían pasado solo unas horas desde que las habían encontrado pensó Ronald. Meditó varias minutos sobre qué hacer, no podía dejarla allí tirada.
            -¿Su hijo tiene alguna copia de las llaves?
            -Mi hijo está de viaje por su trabajo. No puede venir.
            -Pues algo vamos a tener que hacer.
            -Tira la puerta abajo, mañana ya pondremos otra. -dijo la anciana sin dudar.
Ronald no logró descifrar si sus palabras eran una broma o hablaba en serio. Fuera como fuese la idea le pareció factible. Se plantó delante de la puerta analizando el punto débil de la puerta para lanzar su mejor golpe cuando observó un desnivel entre el marco y la puerta. Con la palma de una mano  empujó la puerta y esta cedió abriéndose de par en par.
            -Estaba abierta. -dijo hastiado.
            -¡Oh! Qué despiste por mi parte, perdona que te haya molestado. -dijo mientras desaparecía en el interior de su casa cerrando la puerta con llave.
Ronald se escondió en casa y dio un último vistazo por la mirilla esperando ver algún movimiento más de su vecina. A la mañana siguiente llamó a su casero de camino a la universidad.
            -Hola Esteban, soy Ronald.
            -Dime hombre, ¿algún problema con la casa?
            -No, la casa está bien.
            -Ya te dije que esa casa se encontraba en perfecto estado.
            -Te llamaba por una de las vecinas, Marga.
            -Bueno, la única vecina dirás. Ahora mismo el resto de pisos están desocupados los únicos inquilinos sois ella y tú.
            -No sabía eso…
            -¿Y qué te preocupa de ella?
            -Es una señora muy mayor para vivir sola, estaba un poco preocupado…
            -Marga es un sol, ya vivía allí cuando nosotros compramos el piso. No tienes por qué preocuparte ella sabe cuidarse sola. Tengo que dejarte, cualquier problema con el piso llámame sin problemas.

Las palabras de su casero no le dejaron satisfecho del todo. Trabajaba día y noche, vivía en una casa que iba a caerse en cualquier momento y, para colmo, tenía que cuidar de una anciana que iba a volverle loco. Entró en el aula de medicina y tomó asiento en una de las mesas que estaban más próximas a la pizarra, por mucho que la intentó no pudo disimular su visible rostro irritado. Ese día fue directo de la universidad al trabajo para ahorrar tiempo en el trayecto, allí podía comer antes empezar y de paso recortar las horas que pasaba encerrado en esa asquerosa casa.
A las doce de la noche subía las escaleras con temor de encontrarse una figura encorvada y en su puerta. Antes de llegar a su planta asomó la cabeza sin ver a nadie de modo que entró a su casa corriendo. Fue directo a darse una ducha con agua caliente y, en mitad de la ducha, escuchó un fuerte traqueteo en la puerta. Dudó si hacer caso omiso a la llamada o abrir la puerta. Finalmente se cubrió con una toalla y fue hasta la puerta, abrió la mirilla y lo primero que pudo ver fue una coronilla blanca, era Marga. En ese preciso momento volvió a golpear la puerta con tal fuerza que le hizo retroceder. Por unos instantes, pensó que la puerta iba ceder, se reincorporó y, al volver a mirar, vio como Marga caminaba hacía su casa con la ayuda de un bastón a la vez que refunfuñaba algo.
Ronald tragó saliva tras la tensión vivida, terminó la ducha y desapareció entre las sábanas. Se encontraba en el mundo entre los vivos y los sueños cuando de pronto escuchó llamar a la puerta, intentó levantarse para abrir pero no pudo, estaba inmóvil en la cama. Oyó abrir la puerta y unos pasos por el pasillo. Le pareció ver a Marga, se esforzó por salir de la cama, la siguió hasta la habitación de los trastos, encendió todas las luces, sin embargo, ella no aparecía por ningún lado. Finalmente desistió y, al entrar en la cama, tocó con su pierna un bulto a la vez que escuchaba la voz del Marga pronunciar su nombre.

Continuará…

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