Ya tenemos un nuevo capítulo de Retazos de una vida. Recuerda que este es el cuarto, si te has saltado alguno el primero, segundo o tercero. ¡No esperes más!
Ronald cerró el
restaurante a altas horas de la noche. Nada más entrar por el portal de su edificio
oyó unos gritos agónicos con su nombre, este subió rápidamente las escaleras y
encontró a Marga gritando delante de su puerta.
-¡Marga! -Ella se dio la vuelta y le sonrió-, ¿está todo bien?
-¡Ay! Hijo que alegría verte, me he quedado encerrada
fuera de casa y no puedo abrir la puerta.
-Déjame
las llaves, yo intentaré abrirte la puerta.
La anciana comenzó a
rebuscar por los bolsillos de su batín morado, luego pasó a los buscar en los
bolsillos de su pijama hasta que finalmente alzó la vista y dijo:
-No
sé dónde están, las he perdido. -su mirada cayó mientras su mandíbula temblaba al
hablar.
Eso era imposible,
habían pasado solo unas horas desde que las habían encontrado pensó Ronald. Meditó
varias minutos sobre qué hacer, no podía dejarla allí tirada.
-¿Su hijo tiene alguna copia de las llaves?
-Mi hijo está de viaje por su trabajo. No puede
venir.
-Pues algo vamos a tener que hacer.
-Tira
la puerta abajo, mañana ya pondremos otra. -dijo la anciana sin dudar.
Ronald no logró
descifrar si sus palabras eran una broma o hablaba en serio. Fuera como fuese la
idea le pareció factible. Se plantó delante de la puerta analizando el punto
débil de la puerta para lanzar su mejor golpe cuando observó un desnivel entre
el marco y la puerta. Con la palma de una mano
empujó la puerta y esta cedió abriéndose de par en par.
-Estaba abierta. -dijo hastiado.
-¡Oh!
Qué despiste por mi parte, perdona que te haya molestado. -dijo mientras desaparecía en el interior de su casa cerrando
la puerta con llave.
Ronald se escondió en casa
y dio un último vistazo por la mirilla esperando ver algún movimiento más de su
vecina. A la mañana siguiente llamó a su casero de camino a la universidad.
-Hola Esteban, soy Ronald.
-Dime hombre, ¿algún problema con la casa?
-No, la casa está bien.
-Ya te dije que esa casa se encontraba en perfecto
estado.
-Te llamaba por una de las vecinas, Marga.
-Bueno, la única vecina dirás. Ahora mismo el resto
de pisos están desocupados los únicos inquilinos sois ella y tú.
-No sabía eso…
-¿Y qué te preocupa de ella?
-Es una señora muy mayor para vivir sola, estaba un
poco preocupado…
-Marga es un sol, ya vivía allí cuando nosotros
compramos el piso. No tienes por qué preocuparte ella sabe cuidarse sola. Tengo
que dejarte, cualquier problema con el piso llámame sin problemas.
Las palabras de su
casero no le dejaron satisfecho del todo. Trabajaba día y noche, vivía en una casa
que iba a caerse en cualquier momento y, para colmo, tenía que cuidar de una
anciana que iba a volverle loco. Entró en el aula de medicina y tomó asiento en
una de las mesas que estaban más próximas a la pizarra, por mucho que la
intentó no pudo disimular su visible rostro irritado. Ese día fue directo de la
universidad al trabajo para ahorrar tiempo en el trayecto, allí podía comer
antes empezar y de paso recortar las horas que pasaba encerrado en esa
asquerosa casa.
A las doce de la noche
subía las escaleras con temor de encontrarse una figura encorvada y en su
puerta. Antes de llegar a su planta asomó la cabeza sin ver a nadie de modo que
entró a su casa corriendo. Fue directo a darse una ducha con agua caliente y,
en mitad de la ducha, escuchó un fuerte traqueteo en la puerta. Dudó si hacer
caso omiso a la llamada o abrir la puerta. Finalmente se cubrió con una toalla
y fue hasta la puerta, abrió la mirilla y lo primero que pudo ver fue una coronilla
blanca, era Marga. En ese preciso momento volvió a golpear la puerta con tal
fuerza que le hizo retroceder. Por unos instantes, pensó que la puerta iba
ceder, se reincorporó y, al volver a mirar, vio como Marga caminaba hacía su casa
con la ayuda de un bastón a la vez que refunfuñaba algo.
Ronald tragó saliva tras la tensión vivida, terminó la
ducha y desapareció entre las sábanas. Se encontraba en el mundo entre los
vivos y los sueños cuando de pronto escuchó llamar a la puerta, intentó
levantarse para abrir pero no pudo, estaba inmóvil en la cama. Oyó abrir la
puerta y unos pasos por el pasillo. Le pareció ver a Marga, se esforzó por salir
de la cama, la siguió hasta la habitación de los trastos, encendió todas las
luces, sin embargo, ella no aparecía por ningún lado. Finalmente desistió y, al
entrar en la cama, tocó con su pierna un bulto a la vez que escuchaba la voz
del Marga pronunciar su nombre.
Continuará…
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