Nuevo capítulo de la serie Noche en el colegio ¡No te adelantes a leerlo si todavía no has visto el primero y el segundo capítulo!
Una
vez fuera mi vista se aclimata a la oscuridad y puedo ver la puerta principal,
me acerco con cautela para abrir la puerta de la conserjería. Dentro hay un
minúsculo escritorio, una gigantesca fotocopiadora en la esquina derecha y un
armario altísimo que llega hasta el techo, el espacio es mucho más reducido de
lo que pensaba. Intento abrir el armario, está cerrado con llave, forcejeo con
él con la desesperación recorriendo todo mi cuerpo pero es inútil.
Me
giro hacía la mesa del escritorio y comienzo a rebuscar entre los cajones, no
puedo ver con certeza lo que hay en el interior de los cajones, por el tacto distingo
muchos artículos de oficina. Cierro los cajones con rabia y me doy la vuelta
mirando la fotocopiadora. Pienso que es imposible hallar nada allí pero es el
último intento a la desesperada, me aproximo a la fotocopiadora para abrirla.
-¿Qué te crees
que estás haciendo? –dice una voz ronca a mis espaldas.
Un
escalofrío recorre mi cuerpo, pensaba que estaba solo. Esa voz infunde terror.
-Solo
intento salir de aquí. –digo con voz temblorosa.
-¡Ahí
no encontraras nada!, más te vale que te vayas por dónde has venido.
Estoy
totalmente paralizado casi no puedo respirar.
-Eso…,
eso es lo que intento. Quiero volver a mi casa…
-¡Eso
es imposible! Ya es demasiado tarde para escapar…
-¿Por
qué? ¿Cómo he llegado hasta aquí? –espero unos segundos para recibir una
respuesta-
¿E…estás ahí?
Me
giro despacio hasta ponerme de frente a la puerta, sin embargo, no hay nadie. Abro la fotocopiadora y aprecio
un reflejo en el interior de la vitrina. Miro con mayor detenimiento y veo que
se trata de una llave, no puedo alcanzarla porque el vidrio me lo impide. Abro
el cajón del escritorio y hurgo hasta encontrar un objeto contundente. Me coloco
delante de la impresora y, con todas las fuerzas, golpeo el vidrio haciéndolo
añicos. La llave ahora sobresale y la recojo con facilidad. La pongo enfrente
del reflejo naranja de la calle y leo las palabras “Biblioteca” escritas en una
etiqueta con letra infantil.
No
es la llave que buscaba, pero no me queda otra opción. Vuelvo sobre mis pasos
hasta la entrada del patio pero esta vez giro hacia la derecha chocándome de
frente con las escaleras, no las recordaba tan altas, tropiezo golpeándome con
uno de los escalones en la tibia. Un terrible dolor inunda toda mi pierna, me
siento en un escalón y me levanto el pantalón para ver el daño sufrido. Con mi
mano fría puedo acariciar un bulto ardiendo en el hueso. Allí sentado escucho
de nuevo el llanto junto con risas femeninas, dentro del baño, intento alzarme
para ver de qué se trata.
Entro
cojeando al baño, esta vez los llantos no paran. Se oyen en la última puerta
del largo pasillo, por el ruido calculo que son tres niñas, dos ríen y una
llora. Cuando llego a la puerta doy unos golpecitos; las risas de pronto cesan,
intento abrir la puerta pero está bloqueada. Los llantos aumentan poco a poco
hasta convertirse en gritos insoportables de dolor, nunca antes había escuchado
a nadie gritar de ese modo, es horrible. Empujo la puerta con todas mis fuerzas,
grito y golpeo la puerta sin obtener respuesta. Súbitamente los gritos
desaparecen y la sala se queda en silencio. Me quedo callado pero no escucho
nada. Esta vez consigo abrir la puerta, entro a tientas, no veo a nadie. La
tapa del váter está levantada, me acerco para bajarla, odio que la dejen así; repentinamente,
la cadena del váter se acciona sola. Empieza a llenarse de agua turbia y teñida
de color rojizo. El váter está atascado y el repugnante líquido se desborda. No
puedo detenerlo, mis zapatos se machan de ese desagradable color. Cierro la
puerta aunque es inútil porque el líquido se cuela, parece que me persiga.
Salgo cojeando de los baños directo a las escaleras.
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