Aquí traigo la primera parte de un relato de terror inspirado en una de mis pesadillas. ¡Espero que lo disfrutéis!
Me
despierto sin saber dónde me encuentro, está todo demasiado oscuro, miro a
todas partes pero no veo nada. Estoy sentado en una silla y justo delante tengo
una mesita fría que palpo con mis manos. Intento agudizar la vista hasta que
mis ojos se acostumbren a la oscuridad, poco a poco empiezo a distinguir
formas, estoy rodeado de pupitres. Miro por la ventana y veo reflejada la luz
tenue de las farolas en la calle.
A
medida que transcurre el tiempo lo veo todo más nítido, me encuentro en un aula
de mi colegio, pero no entiendo qué hago yo allí, cómo he llegado hasta allí,
hace años que dejé el colegio. Reviso toda el aula pero está vacía, no hay
libros, ni mochilas y los armarios están cerrados. Tampoco sé exactamente qué
hora debe ser; parece tarde, las calles están vacías y todo está en silencio.
De
pronto escucho un ruido, parecen niños jugando, salgo corriendo hasta la puerta,
busco el interruptor de las luces en la pared y lo acciono pero no funciona.
Palpo la puerta hasta encontrar la manivela y la giro. Salgo al pasillo, todo
sigue como recordaba, me encuentro al final del edificio en la última aula de
la primera planta. Delante de mí tengo un corredor con puertas a la derecha y
un mirador con vistas a la planta baja donde se encuentras las aulas de
primaria. Justo detrás de mí se encuentra el aula que usaban para dar clases a
los niños “especiales”.
Camino
despacio por el pasillo utilizando las mirillas de cristal de las puertas para
revisar si hay alguien más. Todas las puertas están cerradas con llave y,
aunque ya me he acostumbrado a la oscuridad, todavía me resulta complicado distinguir
alguna forma o figura. Estoy llegando a la última puerta cuando vuelvo a
escuchar risas de niños.
Corro
hasta el mirador y asomo la cabeza hacía la planta baja, veo dos bultos enanos
corriendo por el pasillo. Por fin veo a alguien más atrapado en el colegio como
yo y me dirijo a las escaleras para bajar, no sin antes revisar las dos últimas
clases que quedan, primero inspecciono la mirilla del aula de informática, solo
distingo tres filas de mesas con seis ordenadores. Recuerdo cómo me gustaba ir
los viernes por la tarde a esa aula para jugar con ellos. Por último, miro la
clase de música que, a su vez cumplía con la función de biblioteca. No hay
nadie.
Bajo
las escaleras y me dirijo al aulario de primaria. Tiene la misma longitud que
el pasillo de la primera planta pero aquí hay puertas a ambos lados. Para mi sorpresa
en el aula izquierda del fondo tiene luz en el interior y me aproximo para
descubrir qué es lo que está pasando.
Al
llegar a la altura de la mirilla me sorprendo al ver que hay una clase entera
de niños, todos de unos cinco años mirando al frente, mientras están sentados en
sus sillitas sin hablar. Uno de los niños se percata de mi presencia y desvía
su atención hacía mí, yo le sonrío pero él ni se inmuta. Giro mi cabeza hacia
la izquierda para poder ver qué es lo que todos ellos miran con tanta atención
y veo que atienden a una mujer de cincuenta años con el pelo negro recogido con
un moño, viste una blusa blanca de manga larga junto con una falda larga y
ancha de color rosa palo, parece salida de otra época.
Vuelvo
a mirar buscando al niño que se había fijado en mí y me doy cuenta de que toda
la clase me está mirando. Cuando ven mi cara comienzan a reír con estruendo, no
sé porque pero miro a su profesora de nuevo. Ésta detiene su lección en la
pizarra y empieza a girar la cabeza para ver lo que sucede, algo me resulta
extraño, su cabeza gira muy despacio, a cámara lenta, hasta llegar a un ángulo
de 180 grados y se queda mirándome con gesto enojado. No entiendo cómo es capaz
de hacer eso, estoy totalmente paralizado mirándola mientras ella inicia la
marcha hacía la puerta, yo me agacho esperando que se detenga. Oigo sus pasos
cada vez más próximos hasta detenerse al otro lado de la puerta. Al escuchar
cómo gira la manivela salgo corriendo aterrorizado fuera del aulario y continuo
hasta entrar en la primera puerta que veo abierta.
Continuará...
Continuará...
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