Despierto un día más en
mi cama cochambrosa, cualquier día se romperá y deberé dormir en el suelo. A mi
lado tengo una persona a la que un día conocí pero la cambiaron sin previo
aviso. Me levanto y voy a darme una ducha, dejo correr el agua cobriza hasta
poder entrar. En un retazo de espejo mohoso termino de arreglarme, tengo un
trabajo malpagado que muchos rechazaron, por eso me lo dieron a mí.
Después de muchas horas
encorvando mi espalda para limpiar escaleras y portales termina una jornada más
donde he ganado mi pan del día. Vuelvo a casa y esa persona a la que un día
quise sigue tirada en la cama en la misma posición donde le dejé, intento
animarle a despertar pero solamente recibo una serie de insultos a los que no
merece la pena hacer hincapié.
Mientras termino con
algunas tareas domésticas pendientes una voz dentro de mí me repite una y otra
vez que lo asuma, que la vida es una mierda y estamos aquí para sufrir. Agacho
la cabeza y continuo con mis tareas procurando olvidar todo lo que me rodea, la
espalda me da pinchazos cuando me inclino, las piernas me tiemblan al recoger
la basura esparcida por el suelo pero, aun así, eso es mejor que detenerme a
pensar.
A la hora de la cena,
escucho un ruido desde el dormitorio haciendo acto de presencia un recuerdo
olvidado para sentarse a la mesa gruñendo por su ración de comida. Tras
devorarla sin mediar palabra abandona su silla enclaustrándose de nuevo en la
cama, recojo todos los desperdicios esparcidos por la mesa y los llevo hasta el
fregadero donde se acumula una pila de cacharros esperando a ser limpiados. La
espalda hace su aparición final con los últimos platos por fregar. Al sentarme
en mi decrépito sofá crujen cada una de mis vertebras proporcionándome uno de
los mejores placeres del día.
Cuando me acuesto llega
a mi olfato un terrible hedor a putrefacción mezclado con alcohol, dudo que recuerde
el significado de darse una ducha. Le doy la espalda para mitigar el asqueroso
olor que desprende, rezo mi oración diaria agradeciendo a mi hijo que me dé las
fuerzas necesarias para no tirar la toalla un día más y me duermo.
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