Para disfrutar de este viernes os traigo el octavo capítulo de la serie Querido diario. ¡¡¡No empieces a leerlo si todavía no has leído los capítulos anteriores!!!
Día 8,
Despierto en una cama de hospital, enfrente tengo a
Marcos roncando, giro mi cabeza hacia la cama de Lu, es la única cama que tiene
la cortina pasada. Me incorporo en mi cama e intento hacer ruidos para que
Marcos deje de roncar pero es inútil. Me aproximo a la cama de Lu para ver si
ella también ha sido víctima de los ronquidos pero al apartar la cortina la cama
está vacía, parece que Lu ha vuelto a hacer de las suyas mientras dormía.
-¡Deja ya de roncar hombre! -le digo a Marcos.
-Emm, ¿qué pasa? -dice Marcos atolondrado todavía por el sueño.
-Tenemos que buscar a Lu ha vuelto a irse sonámbula.
-Esta
chica es un peligro, tendremos que atarla para dormir. -No sé si lo dice enserio o bromeando.
Salimos al pasillo y encontramos el anorak rasgado
de Lu por el suelo, a medida que avanzamos por el pasillo vemos el resto de su
ropa.
-¡Qué raro! ¿Por qué estará aquí la ropa de Lu? -dice Marcos.
-A
lo mejor ya tenía ganas de cambiarse de ropa, la mía ya da asco… -digo.
De pronto siento una fuerte presión en la espalda
que me tira de bruces al suelo. Me revuelvo como puedo y veo encima de mí un
perro negro parecido a un labrador.
-¡Joder! Marcos sácamelo quiere matarme.
-Chico, tranquilo, no pierdas la calma y no te pasará
nada.
-¿Por qué estás tan seguro?
-Porque si quisiera ya te habría mordido, además esa
perra me resulta familiar.
-¿Qué
quieres decir? -miro
detenidamente la mancha negra expulsando su aliento en mi cara; su pelo negro y
liso es inconfundible-,
¿Lu eres tú?
De pronto el perro se echa a un lado y comienza a
lamerme la cara, es el primer perro que veo en todo este tiempo con dotes
amigables.
-Sí, es ella. -afirma Marcos.
-¿Pero,
qué te ha pasado?
Lu emite un gemido perruno parecido a un «no lo sé».
-A eso debía referirse el hombre del parque. -dice Marcos.
-Ese cabrón seguro que sabe algo sobre toda esta
mierda. Tenemos que encontrarlo y hacerlo cantar. -digo.
-Sí, tienes razón. Lu parece estar recuperada -dice Marcos de rodillas examinando los costados de
Lu.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque
soy veterinario. Vamos al parque. -sentencia Marcos.
Salimos de urgencias dirección al parque. El cielo encapotado
no permite distinguir el sol; parece de noche. Cuando entramos al parque
volvemos al mismo punto donde vimos a ese hombre. Marcos lleva la delantera, en
medio voy yo y a la retaguardia Lu. El camino allanado pronto desaparece y la
frondosa vegetación crece a nuestro alrededor.
-Marcos, ¿ayer llegaste tan lejos?
-No, en cuanto vi este muro de hierba volví sobre mis
pasos, teníamos cosas más importantes.
-Estoy perdido entre tanta hierba, no sabía que había
un lugar así dentro del parque.
-Supongo
que por aquí no viene nadie por eso está descuidado, sigamos.
Continuamos con nuestro camino, la maleza cada vez
es mayor convirtiéndose en una selva y dificultando nuestros pasos. Lanzo
ojeadas aleatorias hacía atrás para asegurarme que Lu sigue nuestros pasos,
ella anda sacando su enorme lengua por un lado de la boca. Marcos se detiene de
sopetón frenando en seco toda la fila.
-Chico, no puedo más, voy a necesitar que me ayudes a
abrir camino. -dice
jadeando.
-Déjamelo
a mí, carcamal.
Reanudo la marcha pero a los pocos segundos me doy cuenta
de que mis palabras me traicionan. Camino con los brazos extendidos y el máximo
cuidado posible al pisar los matorrales para no caerme, con gran esfuerzo,
consigo abrirme paso hasta llegar a un columpio en mitad de la vegetación.
-¿Qué hace esto aquí en medio? -pregunto.
Marcos se dirige a uno de los columpios para
sentarse.
-No lo sé, pero es justo lo que necesitaba.
Algunas gotas caen desde el cielo y, en cuestión de
segundos, se convierte en un diluvio. Corremos hacía un árbol para refugiarnos.
-¡Menuda mierda! justo lo que nos faltaba ahora. Lu
podrías hacer algo con ese olfato prodigioso que tienes ahora y ayudarnos a
buscar a ese tipo.
Lu lanza un potente ladrido que mi cabeza traduce
como «imbécil».
Quedamos en silencio planificando cuáles serán
nuestros próximos pasos tras cesar la lluvia.
-No os preocupéis por vuestra amiga, chicos. Pronto
seréis igual que ella.
Nos damos la vuelta a la vez y vemos a ese tipo todo
de blanco en mitad de los columpios bajo la lluvia con un gran sombrero blanco
tapándole la mitad superior de la cabeza. A su espalda una legión de perros
rabiosos nos mira desafiantes.
Continuará…
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