miércoles, 8 de marzo de 2017

Microrrelato: Abismo



Busco el paraíso en una pradera verde donde el horizonte se pierde en el infinito, el cielo es azul, algo en mi interior me dice que debo llegar al final de esa pradera verde y primaveral. Emprendo mi viaje, los primeros pasos son ligeros y agradables, camino entre nubes de algodón que acarician mis piernas. La leve brisa me provoca placer en las mejillas.

Con cada paso recorrido el cielo se nubla tapando los rayos del sol, el paisaje sigue siendo una delicia para los sentidos, la mullida hierba cosquillea mis pies, la brisa refresca sin ser desagradable. Escucho voces tras de mí con tono preocupado, giro mi cabeza sin ver a nadie, prosigo mi marcha con deseos de llegar al final.

A medida que avanzo entre el paisaje el suelo cambia; la crujiente hierba se mezcla con duras piedras; la majestuosa brisa se convierte en aire molesto. Dudo continuar con el viaje, pero finalmente confió que este bache pasará. Dilato mis pisadas para no dañarme los pies, me abrazo a mi mismo mitigando el frío del viento continúo con mi paseo hasta superar la adversidad.

Pierdo la noción del tiempo caminando, lo que antes era un idílico paisaje primaveral con pastos verdes y floreados iluminados por la luz del sol ha desaparecido para dejar paso a un cielo negro donde no distingo el sol, el vendaval me balancea de un lado a otro y el suelo tiene rocas afiladas que cortan mis pies como hojas de bisturí. El viaje no está resultando tan fácil como imaginé en un principio.

Sea como sea decido seguir adelante, algo en mi interior me asegura que esto terminará pronto y estaré más cerca de alcanzar el paraíso que tanto ansío. Sigo mi camino ignorando el mal tiempo hasta divisar el final del camino. De pronto vuelvo a oír voces detrás de mí, esta vez al girar la cabeza veo un grupo de personas, al fijarme los reconozco, son mi familia y amigos, parecen consternados, agitados indican que dé media vuelta y vaya con ellos, no entiendo a qué se debe tanta preocupación. Cuando intento acercarme a ellos me doy cuenta que mi cuerpo no me obedece, sigo avanzando hacia el final del camino. El miedo se apodera de mí, deseo regresar y estar con mis seres queridos, quiero abandonar esta mierda de viaje pero mi cuerpo no comparte mi decisión. Ellos se agarran de las manos formando una fila hasta llegar a mí; cuando mi padre estira el brazo para cogerme siento el vacío sobre mis pies, miro el suelo siendo demasiado tarde, el camino ha desaparecido y estoy en un abismo.

Mientras desciendo por el infinito distingo algunas cabezas en el acantilado, en ese momento soy consciente de la estupidez que cometí al no percibir las señales que me indicaban el trágico final de mi viaje.

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