jueves, 9 de febrero de 2017

Relato: Querido diario IV


¡Hola! aquí tenéis un nuevo capítulo de la serie Querido diario. Si todavía no habéis leído los anteriores, os animo a que lo hagáis.



Día 4,

Las puertas de la comisaría están abiertas de par en par, es el único edificio que veo abierto. Lu duda de entrar, se queda en la entrada mientras yo vocifero «¡Hola! ¿Hay alguien?». Esperamos en la entrada una respuesta durante quince minutos pero no obtenemos ninguna.

            -Lu, vamos a entrar.
            -¿En serio? No me gusta este sitio.
            -Tú eras la que quería venir. Ya es de noche, además, es el único edificio que veo abierto desde que estoy en la ciudad. Vamos. -dije adentrándome en el edificio.
            -¡Imbécil! Espérame no me dejes aquí.

El interior de la comisaria estaba en penumbra, intenté accionar los interruptores pero la luz no funcionaba. Sentía los pasos de Lu detrás de mí. Caminamos por un pasillo a tientas, todas las puertas daban a despachos. No se oía nada, todo estaba en calma. Llegamos a la puerta del vestuario, estaba lleno de taquillas. Rebusqué hasta encontrar un par de linternas, no encontré ninguna pistola pero me armé con una porra.

            -¿Se puede saber qué piensas hacer con eso? -dijo Lu.
            -No lo sé, pero me siento más seguro llevándolo encima.
            -Si lo vuelvo a ver, no pienso quedarme a ver como usas esa porra de goma.

En ese momento recordé el rostro de Lu cuando la encontré entre los matorrales del parque.

            -Lu, dime qué es lo que viste. -Ella miraba al frente con cara apenada, sin decir nada.- ¡Dímelo! -sentencié.
            -No he visto nada, bueno solo ha sido una sombra, puedo haberme confundido…
            -¿Qué clase de sombra?
            -Una muy extraña, se ha perdido entre los árboles creo que no me ha visto.
            -Lu, ¿por qué no me lo has dicho? Podía ser alguien perdido como nosotros.
            -Me he asustado ¿vale? Luego han llegado todos esos perros y han ido tras él.
            -Bueno déjalo estar, mañana lo buscaremos. Ahora vamos a buscar un sitio donde podamos pasar la noche. Me ha parecido ver antes un despacho que podría estar bien.
            -Ahí no pienso pasar la noche ni loca.
            -¿Qué propones?
            -El calabozo.

Harto de discutir con Lu accedo a su petición, ha sido un día demasiado largo y lo único que quiero es comerme esa porción de pizza y tumbarme en cualquier rinconcito para descansar. Descendemos por las escaleras hacía la planta baja, me pregunto por qué los calabozos siempre están en el sótano, allí el lugar es todavía más tétrico. Las linternas alumbran los calabozos, huele a cerrado, parece un lugar abandonado. La puerta del calabozo está abierta. Entramos dentro, Lu intenta cerrar la puerta pero el pestillo está roto y solo puede dejarla entornada. Hay dos bancos acolchados uno frente al otro.

            -¿Puedes darme mi pizza? -Nos sentamos cada uno en un banco.
            -Así no, pídelo bien.
            -Lu, serías tan amable de darme mi pizza, por favor. -¿Cómo puede ser tan odiosa? Si no fuese por el hambre que tengo me iría.
            -Mucho mejor. -Coge la mochila y saca mi bolsita del interior junto con una botella de agua y un sándwich para ella.

Mientras cenamos no hablamos nada, la pizza está espachurrada, en la tienda tenía mucho mejor aspecto pero me da igual la engullo sin miramientos para que mis tripas me dejen descansar en paz. Me planteo el futuro, sino encontramos a nadie más viviremos Lu y yo solos, ¿tendré que repoblar la especie con ella? Solo pensarlo me deprime. Espero recuperar pronto a mi familia.

            -¿Se puede saber qué estás pensando? -dice Lu.
            -¿Yo? Nada nada, oye, dame un poco de agua… por favor. -Muestro mi mejor súplica para que acceda, esa condenada pizza estaba más salada de lo que imaginaba.
            -Ten. ¡Pero no te la bebas toda! -dice mientras me la entrega- Álex, ¿qué pasará si no encontramos a nadie? -pregunta afligida.
            -No digas tonterías, ya verás cómo mañana encontramos a nuestras familias. -digo acomodándome en el banco para pasar la noche allí.
            -¿Cómo estás tan seguro?
            -Porque si tengo que pasar otra noche contigo creo que me voy a suicidar.
            -¡Imbécil!
            -Ya lo sé. Ahora a dormir que mañana será un nuevo día.

Se forma el silencio en toda la sala, dejo de escuchar la respiración de Lu. Cierro los ojos y siento el latir de mis piernas, hoy he hecho más ejercicio al que acostumbro. Intento imaginarme en mi cómoda cama hasta que me sumo en un profundo sueño.


            -¡Venga despierta! ¡Chaval, despierta! -es la voz que me despierta. Abro los ojos y está amaneciendo cuando me encuentro a un hombre zarandeándome.

Continuará...

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