Este es el tercer capítulo de la serie Querido diario, si todavía no has leído los anteriores ¡te animo a que lo hagas!
Día 3,
Al pisar el suelo crujen
algunos cristales rotos. Miro hacía el mostrador y me encuentro con una chica
de rasgos asiáticos mirándome desconcertada. La chica tiene el pelo negro, largo,
liso y fino, recogido con una coleta. Es menuda pero va abrigada con un anorak de
mangas y hombros de color verde militar y el torso gris, lleva pantalones
vaqueros ajustados y botas de montaña. Parece una excursionista.
- ¡Por fin
encuentro a alguien! –grito aliviado- ¿Dónde está todo el mundo? Espera…
¿hablas mi idioma?
Ella sigue mirándome
sin mediar palabra.
- ¿Me estás
escuchando? Digo que dónde está la gente. –dijo acercándome a ella.
- ¡Ya te he
escuchado! Claro que hablo tu idioma, ¡imbécil! Nací aquí. –ruge con el ceño
fruncido.
- Vale, vale…como
no decías nada y vas vestida así me has hecho dudar. Entonces ¿dónde están los
demás? –insisto.
- No lo sé, he
estado enferma y encerrada en casa. Llevo dos días sin ver a mis padres y he
bajado a la tienda para buscarles.
- ¿Esta tienda es
tuya? Bueno, de tus padres.
-
Sí… –dice
cabizbaja- no sé qué le ha pasado a la tienda. –dice lamentándose.
-
Cuando he
llegado ya estaba así, no te pongas así. Antes he pillado algo para comer, si
quieres te lo pago.
-
No es eso ¡imbécil!
Quiero encontrar a mis padres.
-
Si te sirve de
consuelo, yo también estoy buscando a los míos.
-
¡Me dan igual
tus padres! Ni siquiera te conozco.
-
Tienes razón, me
llamo Álex. Y tú ¿cómo te llamas?
Me mira atónita.
-
Digo que cuál es
tu nombre, ¿acaso no me entiendes?
-
Me llamo Lu.
-
¡Huy!, vaya
nombre, esperaba algo más complicado, pero me gusta Lu. Si queremos encontrar a
nuestras familias primero vamos a tener que averiguar que está pasando aquí.
Ayer cuando desperté ya estaba todo como ahora. ¿Tú sabes algo?
-
No, ayer estuve
todo el día en la cama.
-
Muy bien Lu,
vamos a buscar más gente que nos puedan ayudar. Pero primero, ¿puedo coger algo
de tu tienda para el camino? –dije con voz de súplica.
-
Agarra solo una
cosa, no quiero llevarme una bronca por tu culpa.
-
¡Entendido!
La elección fue difícil
a un lado tenía donuts recubiertos de chocolate mientras que al otro lado había
una suculenta porción de pizza con jamón de York y queso. Tras unos minutos de
reflexión y la presión añadida de Lu decidí elegir la porción de pizza. La
guardé en su mochila de montañismo y salimos a la calle. Ella propuso visitar
la comisaría de policía con la esperanza de encontrar detalles de lo sucedido.
Yo estuve de acuerdo con su propuesta y fuimos en dirección a la comisaria.
Para llegar a la
comisaría, primero debíamos atravesar el parque. Yo lo conocía bien porque era
mi lugar favorito para hacer novillos. Allí podía ver las ardillas saltando por
los árboles, es fascinante cómo unas cosas tan pequeñitas pueden dar esos
saltos. La entrada del parque estaba acompañada por dos filas de pinos largos y
altos a cada lado. Caminamos todo el trayecto hasta el parque sin hablar, Lu era
una chica de pocas palabras.
Atravesar el parque de
lado a lado normalmente podía ocuparme diez minutos de mi tiempo, pero con Lu
la cosa iba más lenta.
-
Lu, ¿quieres que
te lleve la mochila? Así iremos más rápido.
-
No.
-
Lu, ¿quieres que
descansemos en un banco?
-
Déjame.
-
Lu, ¿quieres
beber un poco de agua de aquella fuente? –estaba aburrido.
-
¡Te quieres
callar, imbécil!
De pronto escuchamos un
estruendo al final del parque. Lu comenzó a caminar con mucho brío en la
dirección del ruido; yo le seguí con cautela. Ese ruido no era muy
esperanzador.
Lu pilló la delantera,
prácticamente iba corriendo, veía como su enorme mochila se balanceaba de un
lado a otro. Giró a la izquierda y la perdí de vista, me apresuré por
alcanzarla, había tardado dos días en encontrar a alguien más y no me apetecía
volver a quedarme solo. Cuando llegué a la intersección miré a la izquierda
pero no la vi, solo había un camino de tierra con arbustos a los lados.
-
¿Lu? –dije con
voz baja mientras me adentraba por el camino.
Miré por todas partes
pero no la vi. ¿Cómo era posible que hubiese desaparecido cargada con aquella
mochila en la espalda? Decidí seguir mi camino hasta la comisaría, ella podría
haber llegado ya. Retrocedí mis pasos hasta la intersección.
-
Chsssss…
Venía de uno de los
arbustos y me acerqué a él. Entre los matorrales vi a Lu.
-
¿Se puede saber
qué haces ahí?
-
Shhhh… Cállate,
por favor, he visto algo. –dijo con voz baja.
-
¿El qué?
-
No sabría cómo
explicarlo, era muy extraño.
Oímos un ruido
atronador que iba creciendo por segundos, me escondí junto a Lu en el matorral.
Allí, los dos quietos y sin pestañear, vimos pasar una jauría de perros, todos en
la misma dirección. Solo fueron unos segundos pero pude ver como todos tenían
el mismo rostro que había presenciado en Curro. Tras pasar la manada Lu se apresuró
a salir de los arbustos.
-
Oye ¿no te
parece extraño? –dije yo.
-
¿Qué?
-
Que ninguno de
esos perros nos haya olfateado.
-
Tienes razón, iban
todos como si buscasen algo…
Seguimos el viaje hacía
comisaría sin volver a charlar del tema, los dos meditando sobre lo sucedido.
Cuando llegamos al edificio comenzaba a anochecer, esa noche deberíamos dormir
en comisaría.
Continuará…
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