lunes, 20 de febrero de 2017

Microrrelato: Voluntad propia



Camino contracorriente, todos se apartan, me miran desafiantes porque soy el único que va en la dirección opuesta. Intento no mirarles a los ojos ni escuchar sus palabras porque temo que me hagan cambiar de opinión. Agacho la cabeza y sigo con mi rumbo ajeno a todo, estoy cansado de tropezar una y otra vez contra el muro que todos chocan e insisten en romper. Debe haber otro modo de lograrlo, quiero ver el muro desde lejos; los ojos de la gente se clavan como puñales mientras sus insultos rasgan mis tímpanos, solo intento hacer las cosas a mi manera pero me resulta complicado.

Consigo alejarme lo suficiente para dejar atrás todo el gentío con su griterío, por fin estoy solo, escucho la brisa e intento calmar mi mente para pensar con claridad. Levanto la cabeza del suelo y miro hasta donde alcanza la vista, no hay nada, estoy en una llanura extensa y solitaria. Volteo la cabeza y, en la lejanía, está el muro, también veo pequeños grupos de gente abalanzándose una y otra vez contra él sin conseguir nada.


Observando mejor distingo una brecha en un extremo del muro, no es muy visible ni tampoco es grande. Es suficiente para que todas esas personas puedan cruzar, una por una, al otro lado del muro. He caminado durante horas, soportando miradas y gritos despectivos; desde el punto donde me encuentro veo la solución a sus problemas pero no pienso volver porque me he dado cuenta que no necesito atravesar el muro, ahora soy libre para ir allá donde me proponga.

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