Ellos pactaron los límites
de su relación. Evitaron mezclar los sentimientos puesto que lo complicaban
todo; decían que solo sería algo temporal hasta conocer a la persona de sus
sueños. Mientras tanto, buscaban los momentos oportunos para darse todo el cariño
que tenían reservado a escondidas.
Él le abrazaba fuerte,
le besaba con ternura por el cuello; ella se dejaba arropar por sus brazos
mientras le miraba absorta en sus pensamientos. Estaban en momentos complicados
de sus vidas se decían. El tiempo transcurría incesante y sus encuentros
furtivos aumentaron, sus abrazos se convirtieron en caricias, sus besos en lameduras
y sus miradas en desnudos.
Sus cuerpos comenzaban
a mostrar la verdad pero sus palabras permanecían siendo las mismas, aquello era
algo pasajero. Ellos se aferraban a lo conocido sin aventurarse en lo
desconocido, su pasado les recordaba lo doloroso que podía ser entrar en ese peligroso
terreno.
Algo cambió en ella,
muy a su pesar, no pudo gobernar sus sentimientos y terminó sucumbiendo. Deseaba
prolongar las horas junto a él, cambiar los planes. Un día se armó de valor y
se lo dijo, él escuchó sus palabras atónito.
-Eso
no es lo que habíamos hablado. –dijo él.
Ella se enfadó, gritó,
le golpeó, lloró y se marchó. Él no dijo nada, solo la vio desaparecer por la calle
imaginando qué hubiera sucedido de haberle declarado lo que realmente sentía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario