viernes, 28 de abril de 2017

Relato: Retazos de una vida I


Ronald llega a la que será su nueva casa, es estudiante de medicina y tiene un trabajo en una famosa cadena de comida rápida. Después de muchas horas buscando una casa de alquiler que no le costase la mitad de su sueldo descubrió un viejo apartamento en un edificio construido en el año 1930. Nada más llegar detecta que la fachada muestra el paso de los años con claridad, dudando si alguna vez ha recibido una restauración.

Carga en la chatarra que hay por ascensor todas sus maletas y pulsa el botón de la quinta planta donde se encuentra su nueva casa. Tras repetir la acción tres veces se fija en un minúsculo papel escrito a mano y con mala ortografía que dice: «El hascensor esta aberiado, hemos abisado al tecnico, en unas semanas volvera a funcionar». Ronald da un suspiro ante la noticia y sube sus maletas por las escaleras, el interior del edificio está pintado con un tono amarillento que posiblemente un día fue blanco. El barniz del pasamano se ha desprendido dejando al descubierto la madera agrietada mientras las escaleras crujen al soportar el peso del nuevo inquilino junto con las maletas.
Al llegar a la quinta planta, respira fatigado mientras unas gotas de sudor corren por su frente, allí se encuentra con un hombre con edad de jubilarse.

            -Buenos días, soy Esteban, el casero.
            -Hola, me he retrasado por culpa del ascensor, le pido disculpas.
            -¡Vaya tú no eres de aquí!
-No señor, yo soy cubano. Vine hace unos años por estudios.
-Ya decía yo que ese acento me sonaba. Bien, Vamos dentro.

Esteban saca un juego de llaves de su bolsillo y abre la puerta. Todo está a oscuras, Ronald pasa a la entrada mientras espera que el casero abra las ventanas. Poco a poco la luz del mediodía se adueña del hogar ofreciendo la misma imagen que las fotografías de Internet; enfrente tiene un largo pasillo con una puerta justo a la izquierda, otras tres puertas más adelante a la derecha y la última puerta en el fondo del pasillo.

            -Pasa, pasa. -dice Esteban.

Entra por la puerta de la izquierda, la sala tiene un sofá destartalado; enfrente una televisión de tubo y, justo detrás del sofá, se encuentra una mesa rectangular de madera con cuatro sillas a cada lado. Hay dos estanterías vacías a cada lado de la televisión.

            -Este es el salón-comedor, parece pequeño pero no te preocupes aquí he criado a mi hijo junto con mi mujer sin problemas. Ven, te enseñaré el resto de la casa.

Esteban toma la delantera mientras Ronald deja las maletas encima del sofá que le saluda con un crujido a modo de bienvenida. Entra en la primera puerta de la derecha, ve una cama individual con su mesita de noche, una vieja bicicleta estática y un banco de pesas antiguo.

            -Esta era la habitación de mi hijo, es un poco desordenado. Pero puedes utilizar sus máquinas para entrenar, si quieres.
            -Quizás, me gusta el deporte.
            -Muy bien, sigamos.

La siguiente puerta de la derecha es un escueto baño provisto de un váter, un lavabo y una bañera con los bordes oxidados. Esteban le invita a pasar dentro porque los dos no caben.

            -Tienes agua caliente, solo tienes que girar la manivela de color rojo y esperar un rato hasta que salga. ¡Ah! Y aquí arriba tienes una estufa. -dice señalando con el dedo índice la parte superior de la puerta.
            -Es suficiente. -responde Ronald.

Esteban asiente con la cabeza y pasan a la siguiente puerta de la derecha. Se trata del último dormitorio, tiene una cama de matrimonio apoyada en la pared del fondo con dos mesillas de noche, un armario de tres puertas que toca el techo en la pared de la izquierda.

            -Esta es la mejor habitación, era la mía -dice el casero sonriendo-. Aquí dormirás de lo lindo porque la insonoricé. Tengo el sueño frágil ¿sabes?
            -Creo que me instalaré en esta habitación.
            -Buena elección. Ahora vamos a ver la cocina.

El casero entra en la puerta del fondo, la cocina es un cubículo formado por una vieja nevera que ruge como un tractor, una cocina de gas con cuatro fogones y debajo el horno. La parte superior está llena de armarios de madera vacíos. También hay otra puerta a la derecha.

            -La nevera funciona perfectamente, a veces tienes que sacar un poco de hielo. La bombona de butano la cambié hace unos días, te durará unos meses todavía. Esa puerta da a la galería, ahí tienes la lavadora, el calentador del agua y las cuerdas para tender la ropa. Bueno, ya está todo.
            -Muy bien, es mejor de lo que imaginaba. -miente Ronald.
            -Sí, la reformamos justo cuando vinimos a vivir y todo sigue igual de bien que el primer día.
Las cosas de antes estaban bien hechas, no como las de ahora. -refunfuña el casero mientras vuelven por el pasillo al recibidor-. Bien aquí tienes las llaves, serán 250€ al mes, como hablamos, solo tienes que ingresarlos en esta cuenta -le da un papel con una serie de números escritos-, cualquier cosa que necesites nos dudes en avisarme sin problemas.
            -Está bien, lo tendré en cuenta.


Continuará…

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